El dolor difuso y profundo o agudo y a punta de dedo que despierta la palpación indica la acumulación de metabolitos en un músculo agotado por el esfuerzo. Este proceso se agudiza siempre que hay congestión e isquemia.
Cuando los nódulos se cronifican pueden convertirse en zonas de desencadenamiento que actúan sobre el cuerpo como os estrés y pueden dar lugar espontáneamente a irritación, dolor o sensaciones anormales en otra región del cuerpo que se conoce como área “diana”.
Estas zonas gatillo y el área diana poseen la misma inervación y además están conectadas a través del sistema nervioso vegetativo. Las zonas gatillo pueden activarse y causar movimientos reflejos en ausencia de toda palpación. Las consecuencias reflejas y los trastornos funcionales que aparecen en una zona del cuerpo alejada de una zona gatillo son los siguientes: sensibilidad exagerada al dolor provocado por la presión, espasmo debilidad o temblores de la musculatura voluntaria, hipertonía o hipotonía de los músculos voluntarios que afectan principalmente a los vasos sanguíneos, los órganos viscerales y las glándulas.
Estas alteraciones se manifiestan a través de los músculos involuntarios bajo la forma, por ejemplo, de cambios en la cantidad de secreción de glándulas oculares, bucales y del aparato digestivo, como trastornos de las funciones excretoras.
A veces, las zonas gatillo permanecen latentes y solo producen sensaciones anormales, casi siempre dolores, cuando se comprimen o se manipulan los tejidos donde están localizadas. Las zonas gatillo ese encuentran principalmente en los músculos contraídos, pero pueden localizarse en cualquier tejido.
En algunos casos una cicatriz puede actuar como una zona gatillo y si no se descubre ni se trata pueden aparecer síntomas reflejos en otras regiones. El tejido donde se asienta la cicatriz debe palparse en busca de adherencias y de zonas de hiperestesia que se irritan al palpar la piel.